Por John Acosta
Acababa
de recibir otro regaño de su mamá, Miriam Aragón Villa. La razón, la misma de
siempre: el trago y las mujeres. De modo que con semejante guayabo encima,
Francisco Antonio Sánchez no presintió que el hecho de contestar el teléfono
por casualidad le significaría la redención de su vida parrandera. Ese fin de
semana había llegado a Barrancabermeja, municipio petrolero del departamento de Santander, dispuesto
a embalsamarse de amor familiar en la casa materna.