30 sept 2015

Los abusos de Electricaribe S. A. y la corrupción política como factores que impiden una paz total en Colombia

La más reciente protesta en contra de Electricaribe, la protagonizaron
habitantes del barrio Adelita de Char, del corregimiento de La Playa,
en Barranquilla
Por John Acosta

El problema social más grande que tiene Colombia ahora es, sin duda, la corrupción. De ahí proviene el resto de plagas que nos abruma. Por eso, uno aguardaba la esperanza de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) aprovecharan el repentino brote de pacifismo del establecimiento para imponerle severos controles al desmesurado robo que carcome a las finanzas públicas. No obstante, también esas esperanzas se truncaron en las negociaciones de paz de La Habana: ni siquiera se toca este tema en la agenda. Lo peor es que la voracidad de los políticos ladrones acabaron con las empresas de servicios públicos domiciliarios, obligando al Estado, representados por ellos mismos, a privatizar estos bienes básicos. El cinismo de estos bárbaros administradores de la cosa pública y la desgracia de nuestra impotencia hicieron que esos políticos fueran socios capitalistas de la mayoría de las nuevas compañías que reemplazaron a las empresas estatales que ellos quebraron. Esperábamos que ese círculo vicioso de la ignominia se rompiera en La Habana, pero las Farc prefirieron quedarse en la mezquindad de buscar solo beneficios jurídicos para sus dirigentes e insistir en que se juzguen a quienes las combatieron. De manera que el resto de ciudadanos quedamos condenados a seguir padeciendo, indefensos, los atropellos de empresas como Electricaribe S. A.